¿Historia para qué? (No.4)
Breves ensayos sobre el devenir humano
HISTORIA PARA VESTIRME DECENTEMENTE
HISTORIA PARA VESTIRME DECENTEMENTE
Cuando lees esto debes tener claro que el TIEMPO es una de esas cosas fascinantes que el ser humano se ha querido tratar de explicar a lo largo del TIEMPO. Luchar contra el tiempo, pedirle al tiempo que vuelva, perder el tiempo, recuperar el tiempo perdido, poder detener el tiempo, son algunas de las frases que seguro te vienen a la mente cuando tratas de pensar en la forma en la que suele conceptualizarse al tiempo.
Viajemos en el tiempo, historiemos, hablemos con los muertos, revisemos los archivos, analicemos las evidencias de los hechos pasados. Dice un periódico mexicano de 1928 que en Madrid un sindicato de sombrereros se manifiesta en contra de esa penosa costumbre que han adquirido últimamente las nuevas generaciones, esa de ir ahí por la calle oprobiosamente descubiertos, sin nada que cubra sus cabezas. Por el amor de dios, ¿no tendrán sentido de la decencia esos caballeros osados? El sindicato de sombrereros hace un llamado al orden y a las buenas costumbres y le pide a la sociedad para la que produce y a la que pertenece, que por favor sea tan amable de regresar a esa costumbre de usar sombreros para que no quede en duda el valor moral de los ciudadanos y para que los bolsillos de los sombrereros vuelvan a estar llenos. Claro, esto último no lo dicen los sombrereros en su queja, pero era lo que estaba implícito en su petición. ¿Habrán ganado los sombrereros de 1928 su batalla contra la indecencia? Te puedes preguntar mientras caminas por las calles de tu ciudad en tu siglo XXI y descubres que el sombrero ya no es lo que era, ya no ocupa el lugar obligatorio en las cabezas de cada hombre y cada mujer de bien, y sin embargo el sombrero no ha muerto, es su significado lo que se ha transformado a-lo-largo-del-tiempo.
Vestir decentemente ha implicado usar diversas prendas a lo largo de la historia. En ciertos países y ciertos siglos había que usar esas espantosas pelucas blancas y rizadas, o zapatos de hebilla, o corsés, o tacones, o túnicas blancas, o monóculos, o calzones blancos, o sombreros, o maquillaje, o corbata y saco, o el color púrpura, o la seda, o esos, hay que decirlo, ridículos peinados de la decada de los ochentas del siglo XX. Ahora, según las evidencias que han dejado las sociedades que existieron y existen y que han sabido recolectar los historiadores de ayer y hoy, vestir decentemente es una de esas cosas que dictan las clases dominantes y la economía de mercado. Así mismo las convenciones en la vestimenta están ligadas con las convenciones morales, no por casualidad también dictadas por la clase dominante. En occidente la convención del siglo XXI es la camisa, el saco y la corbata en los hombres; y el maquillaje, las uñas adornadas y los tacones altos en las mujeres. Esto es notable por ejemplo en las fotos que te toman cuando obtienes tu título profesional, cuando te vas a graduar de una carrera profesional.
La huelga de los sombrereros en 1928 es una muestra de que la vestimenta está ligada estrechamente con las normas morales, así como de que el uso de los objetos a lo largo del tiempo hace que los significados se transformen, que los sombreros dejen de ser prenda básica en un hombre de bien, para ser prenda básica de algunos cuantos ancianos y algunos otros amantes de tal prenda. Hubiera sido conveniente que esos sombrereros quejosos tuvieran una visión más amplia de la historia, tal vez pudieron invertir en tantas otras prendas que no se vieran amenazadas por el imparable devenir humano, ¿o es que buscar alternativas también era inmoral? ¿O es que la tradición era muy arraigada y el oficio había pasado de generación en generación? ¿Qué habrá sido de los sombrereros? Los viajeros del tiempo nos lo dirán, si no es que ya nos lo están diciendo. ¿historia para qué? Para vestir decentemente, y para vender prendas, y para sostener un discurso dominante.